domingo, 1 de noviembre de 2009

PODRÍA…


El próximo 24 y 25 de noviembre en la Biblioteca Luis Ángel Arango se va a desarrollar el encuentro anual de Promotores de Lectura, organizado por la fundación Letra Viva, la cual este año pide se narre, cuente,diga,hable, de la experiencia acerca del oficio de la promoción de lectura, a continuación les comparto la mía, espero la disfruten.

Podría, podría, podría narrar la vez que en la estantería de la biblioteca descubrí en la colección de álbum: Hambre de oso, o quizá cuente la nueva versión de una adivinanza de acuerdo a la respuesta de un niño de jardín o, quizá hable acerca del día que me cruce con: Olivia y el juguete desaparecido, las paginas blancas, poco color y pensé que al libro le faltaba vida, que Olivia era un ser grotesco y con apariencia de vampiro.

Quizá hable de todo eso, pero en verdad no lo creo, el texto está perdido desde la primera palabra: podría, podría, en verdad que es una palabra disonante: podría. Disonante, porque podría suena como ha podrido, algo que se pudre.


Tal vez, también un día escriba de la vida de una pobre viejecita sin nadita que comer y con todos sus hijos en Estados Unidos, una viejecita que vivía su día a día en la biblioteca, en sala de informática, enviando correos y viviendo de “te quiero virtuales”. Pero no, nadie se va enterar de nada.

Podría, ha tomado vida, se transformo en un ser animado, como todo lo que habita en los libros de cuentos, Podría, es un personaje digno de ser descrito por Ovidio, en la Metamorfosis, como un ser con alma, pensamiento y vida ha deshecho este intento por escribir, quien puede empezar a leer un texto con una palabra tan disonante, tan discordante como la vida misma, como el oficio que ahora ejerzo, que ahora ejercemos.

Animador de lectura, en un país que casi no lee, donde aún si te enamoras de los libros es un sacrificio comprar, animador de lectura en una biblioteca del sur de la ciudad, donde si en Colombia no leen, aquí, se debe ser prestidigitador para que lean. Animador de lectura con ganas de comprar un libro: hambre de oso, ese libro contradictorio en sus ilustraciones, cuesta $40.000, todo un lujo, incluso para un Animador.


Ben se levanta un día y dice: “-¡Tengo hambre, mucha hambre, un hambre de oso. Dice Ben, entornando los ojos pues le fastidiaba la luz del sol. -Si tienes hambre vete a las montañas de miel, le susurro una abeja y se alejo volando. Nada más salir Ben se encuentra con un gato. -¿Sabes dónde están las montañas de miel? Pregunta Ben. -¡oh si!, están al lado del lago de leche. -¿Y dónde esta el lago de leche? -Una vez soñé que flotaba en aquel paraíso, pero eso fue hace mucho tiempo y cerró los ojos y se imagino flotando en su paraíso...”

La reacción del público para el cual leo a viva voz, no se hace esperar, ¡el gato esta allí en el lago de leche!, -señala siempre algún niño-, pero dice que no lo sabe, cómo puede ser eso, insiste.

La historia continua y cada protagonista esta justo cerca a las montañas de miel, pero no lo sabe, o tal vez, no le quieren decir al oso. Y yo prosigo con mi lectura, mientras disfruto viendo como en cada uno de los rostros de mis oidores, se empieza a dibujar una inquietud, un interrogante. (...)Ben continúa y se cruzo con un ratón “-(...)Sabes dónde están las montañas de miel? ,( leo con un tono agudo y misterioso, para intensificar la atención y sentir un placer inexplicable, pues los tengo atrapados, encantados.) -¡oh, si están al lado de la gran pirámide de queso. Sigo leyendo pero esta vez le doy mi tono natural de voz, para continuar con el ‘viaje’: "-Y, dónde está la gran pirámide de queso?-", vuelve mi voz aguda. "-Eso no lo sabe ningún ratón que yo conozca, desde aquí puedo percibir su olor-”.

En este punto, me siento como un prestidigitador, el público tiene ojos de: este es un magazo.

Me fascina cuando los niños se inquietan y casi con desesperación, empiezan a decir: -¡Pero cómo es que no ven el lago de leche, las pirámides de queso, el bosque de zanahorias, si están allí!.

En muchas ocasiones: hambre de oso, me ha permitido cavilar entorno a ¿por qué?, ninguno de los animales aceptaba estar allí, me ha permitido cuestionarme, buscarle la esencia a ese oso con hambre que más parece un libro de filosofía, me desvela, me devela, te desvela, devela a mi público, pero bueno, como dice Rubencito Blades, todo tiene su final nada dura para siempre. El misterio se descubrió un día cuando al finalizar la lectura a viva voz, una niña de 9 años, dijo:
-¡Claro!, ninguno le quería decir que estaba allí su comida, pues como los osos comen de todo y se le veía en la cara que tenia hambre, pues se hubiera comido, la comida de los otros animales.

Podría haberse publicado esta historia, podría habérseme mencionado en la mesa coral de Promotores de lectura, pero ya es demasiado tarde, la hora ha pasado, el texto donde uno cuenta el rollo, la historia acerca del oficio del ser promotor cultural, cerraba hoy 23 de octubre, a las 5 de la tarde y ya es tarde son las 7:16 minutos.

Ahora siento que yo soy Ben, el oso, el testimonio esta aquí, el texto esta aquí, el Podría ya no esta, el puedo aparece, pero nadie me dice, cómo se hace el oficio de la promoción de lectura, nada he contado en estas líneas, nada que alguien no sepa al momento de realizar una lectura a viva voz: la entonación o proyección de la voz para hacerse oír es vital, el libro debe tener, como los amores; química. Que se debe planear, es decir, realizar una lectura previa del texto y si el libro seleccionado es de imágenes revisar que no le falte alguna para evitar sorpresas en vivo y en directo, no improvisar, exhibir los libros de imágenes de formato tabloide para crear ambiente en nuestro espacio de lectura y un etcétera tan grande como el mundo.

Podría, el protagonista hace su aparición, su entrada triunfal, sale de atrás del gran árbol que esta en el bosque de la imaginación, en el bosque de palabras de este relato.

Podría, que palabra tan disonante, tan discordante, como la vida misma, como el oficio que ahora ejerzo, que ejercemos, y digo ejercemos, porque siempre al finalizar un taller de animación de lectura, una charla con mi club de pensionados, una hora de cuento, una lectura en mi club de lectura, cuando la bibliotecóloga me pide la planeación de las actividades, lo primero que aparece en mi cerebro es mi amigo: Podría, podría haber sido mejor y me repito: podría, podría, mientras avanzo, mientras camino, mientras digo adiós con un gesto, vuelvo y me digo; podría haber sido mejor; podría…

2 comentarios:

  1. Señor Ben, la eterna sensación que produce con su actividad de prestidigitador es trasplantar cada pizquita de agarre a la historia. Desde que el lector perciba la carne del cuento es justo decir que ya tiene una gran parte ganada, a ellos se les podrá entregar imágenes e ilusiones para cada situación mística de la proximidad del podría. Encontrar respuestas impensables demostrara que los niños, jóvenes y adultos escarben estructuras imaginativas donde establezcan caracterizaciones de personajes y brinden un sabor dulzón entre la fantasía y la imaginación. Abrazos. Angelo.

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