sábado, 14 de noviembre de 2009

La Metamorfosis de un hombre llamado Gregorio Samsa

Bueno y si no les gusta la poesía, ni las novelas que nos incitan a recordar, entonces una historia asombrosa: el hombre que se convirtió en insecto

¿Qué me ha sucedido?. Es la primer pregunta que surge en el inicio de esta novela de Kafka. El protagonista se ha convertido en un ‘monstruoso insecto’, ha abandonado el caparazón humano y aún cree seguir soñando, pero en realidad Gregorio Samsa se ha encontrado con su ‘yo’ oculto. Ese que todos los hombres llevamos y nunca revelamos, Gregorio es un insecto y, como tal, debe empezar a reflexionar percibiendo la vida en ese estado.

Es el momento del yo reflexivo, atrapado en una habitación ante un cúmulo de preguntas de su familia y el jefe del almacén, Gregorio Samsa actúa como humano, cuando en verdad, toda su vida ha actuado por instinto y mecanismo animal.

En un comienzo Gregorio se siente torpe, sin embargo con el transcurrir del tiempo descubre que su aspecto animal no significa minusvalía, ya que en cierto modo el animal es superior al hombre.

¿Por qué la emancipación del yo consciente es una acto de rebeldía? , si Gregorio no hubiese amanecido convertido en insecto, habría seguido yendo a su trabajo, “(...)a través de la puerta, Gregorio aprobaba con la cabeza, contento...cierto es que con ese dinero sobrante podía él haber pagado poco apoco la deuda que su padre tenia con el jefe, y haberse visto libre de ello mucho antes de lo que creyera; pero ahora resultaban mejor las cosas...”
Kafka plantea la revelación de un espíritu contra un sistema que todo lo ordena y todo lo juzga.

El animal no está envuelto en la conciencia, no permanece en lucha con su yo, sino que cumple con su voluntad, de la que depende.

Con esa combinación de reflexión humana y voluntad de autoafirmación de insecto, Gregorio encuentra “el paraíso” en el que vivía y asusta con su presencia monstruosa a todos aquellos que sin verse con apariencia animal. Lo son.

Gregorio posee fuerzas sobrehumanas que antes estaban ligadas a la naturaleza, invistiéndolo de un poder que traspasa los limites de lo humano y lo ubica en la consciencia de si, con la capacidad de reflexionar acerca de lo irracional del género humano.

' La locura es la perdida de la memoria '

Esta frase es de Arthur Schopenhauer y, la novela Recuerdas Juana, de Helena Iriarte, me la recordó.

Por estos días de puentes, piscinas y rumba, me gusta leer y recomendar libros, si no les gusta la poesía, ni pasar 'temporadas en el infierno', esta novela se lee de un jalón.

El titulo de la novela: ¿Recuerdas Juana?, a manera de pregunta invita al lector a cuestionarse sobre: el qué recuerda Juana o mejor, de qué debe acordarse.

Poco a poco el lector ingresa a un laberinto de recuerdos y contradicciones tejido por la muerte, el desprecio, la soledad, el amor de Barbarita la criada, que día a día cuida de Juana -una niña que debe tener alrededor de 10 años- y quien le muestra al lector imágenes del álbum de sus recuerdos.

Quien narra, es esa voz interior que todos llevamos dentro y de la cual buscamos escapar, tal vez, para no oír los cuestionamientos que es capaz de hacernos.

La manera como esta escrita la novela le permite al lector tener dos sensaciones: la primera es creer que esta leyendo un poema, una rima, un cuento infantil compuesto por versos. La segunda es sentir esa constante evocación de la memoria, del recuerdo, ese placer por escapar de la realidad y refugiarse en la novela, al fin, para eso es la buena literatura. Para huir y siempre recordar.

Título: ¿Recuerdas, Juana?
Autor: Helena Iriarte
Editorial: Babel Libros, Bogotá, 2007, 99 Págs.

Pasé una temporada en el infierno y ahora les cuento la experiencia.


Debo confesar que me gusto mucho, me declaro: pecador. ¿Cuantos más caerán? Ahí les dejo la manzana: disfrútenla.

Enfrentarse cara a cara con la poesía de uno de los considerados ‘poetas malditos’, es difícil, por lo mismo de ser ‘maldito’, les hablo de Jean Nicolás Arthur Rimbau Cuif, sus poemas se tornan densos y agresivos, cayendo en la trampa paradigmática que la palabra maldito, encierra.

No se sabe como acometer sus poemas y su vida, todo en Rimbau es una metamorfosis que va de la moderación al exceso. Se llega a creer que se cae en el pecado de quedar cortó en reflexiones, en no comprender la pasión hecha palabra y, a la vez, surge la sensación del caos. Cada verso ratifica una frase que leí de Nietzche: “del caos surge una estrella danzarina”.

No es mi intención hacer un análisis de la obra poética de este genio, ¡lejos de mí esa tentación!, mi cometido no es más que invitar al goce que produce el acto de leer sus poemas: El barco ebrio, las primeras comuniones, Vocales, Iluminaciones, o disfrute, Una temporada en el infierno.

Léalo, pero no olvide que es necesario colocar la mente en blanco, ignorándolo todo, es un volver a nacer, repita en su mente una y otra vez el mantra: no se quienes han sido, no conozco de: Rimbaud, Verlaine, Whitman, Blake, Bodelaire. Y en muchos casos no se conocen porque hasta cierto punto se tornan imágenes de altar sagrado, iluminados por muchos eruditos con mil interpretaciones que no permiten el acceso al ignorante o recién nacido.

¿Cómo se aproxima un crío? a un homosexual, bohemio y vociferante criatura que reina en el infierno.

Tal vez, reflexionando entorno a esa otra palabra paradigmática: Infierno. ¿Qué es el infierno?, es acaso lo temido y no explorado, es el lugar donde después de la muerte son torturadas las almas de los pecadores, es un mundo de lujaría y orgías, de noches, esas noches de la absenta y el hachís, entregándose a ser el gran enfermo, el gran maldito.

O quizá, como afirmaba Jean Paúl Sartre: “El infierno son los otros”, me inclino más por esta última. Partiendo de esta concepción, se llega a comprender la afirmación, “(…)no teme a los caníbales y sí a sus propios hermanos blancos” “(…)qué clase de demonios son estos que tienen el mismo aspecto que uno, hablan como uno, llevan las mismas ropas que uno , comen la misma comida y nos persiguen como perros”.(1)

Rimbaud a los 19 años decidió suicidarse en vida, no volvió a escribir poesía, huyo, escapo de la mirada de Europa, ocho años viajó por varios países, 10 años vivió en África, dedicado al comercio, al trafico de armas, de marfil, a la compra y venta de café. Al igual que Adán, era culpable del pecado original.

Solo me resta añadir una frase de Octavio Paz: “la poesía es el punto de intersección entre el poder divino y la libertad humana” y Rimbaud ejerció el poder divino y tuvo la libertad humana.


1. MILLER, Henry. El tiempo de los asesinos. Editorial Gedisa. Pág. 17. 3° edición.
Ibid.

lunes, 9 de noviembre de 2009

¿Profesión?, Comunicador Social.

Y continuando con el oficio, con el buen oficio: el oficio de comunicar, hablar, charlar para escuchar, para oír al otro, pues la comunicación se construye desde el disenso no desde el consenso, por eso continuamos hablando para llegar a acuerdos. Del baúl extraje esta nota que comunica un sentir y un disentir y, como el buen whisky, conserva su aroma y sabor.

'El Comunicador social no puede ser arrogante'

Esa fue una de las frases con las cuales Edgar Ospina Ospina, sentó su posición, rompiendo el paradigma aquel de: "uno no es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo". Ospina permitió reflexionar sobre la importancia de " ser monedita de oro en tiempos de cambio en las organizaciones, y el hecho de ser monedita de oro y agradar, más cuando se ejerce la profesión de comunicador".

"Si tú 'caes' bien, triunfas; si estas en confrontación, si estas en actitud reactiva, ¿cómo podrás llegar lejos? No debes ser arrogante... En esta profesión se debe ser persona antes que un excelente comunicador", dijo Edgar Ospina Ospina, Comunicador Social-periodista de la Universidad de la Sabana, y Magíster en gestión del talento y el desarrollo humano de la organización, de la Universidad de San Pablo CEU de Madrid, España, durante la conferencia 'Un relato de emprendimiento'.

Ospina desglosó la manera como el comunicador debe asumir el sentido de la comunicación en un mundo cada vez más competitivo, y la manera para generar desde la profesión del comunicador una nueva visión en su equipo de trabajo.

"La gente se debe formar para disentir, no para obedecer. Reconocemos que los principios y los valores se crearon pensando en la organización y no en las personas que las conforman... La comunicación humana va antes de la mediática", señaló Ospina.

También indicó que los avances tecnológicos y los agites para alcanzar los logros financieros de las organizaciones están agotando la esencia del ser humano. Ospina presentó al auditorio las diferencias precisas en el nuevo equipo de trabajo que debe poseer una organización que se precie de ser líder en formación de su personal.

"En las organizaciones debe primar seres humanos valorados por su talento, cercanía, credibilidad y confianza, personas preparadas, informadas. La valoración por su capacidad operativa y la utilización de las personas como un recurso más, debe cambiar. La nueva organización debe ser un espacio para ejercer un proyecto de vida", explicó.

Finalmente, Ospina enfatizó el hecho de que el comunicador ha sido visto como un maquillador de imagen. El comunicador Relacionista Público debe brindar la información oportuna sin mentir respecto a la situación de crisis que se puede presentar en una organización. " El Comunicador es un asegurador de la imagen y para lograrlo debe velar por los principios de la empresa y el consumidor.

Antes de retirarse del auditorio, Ospina fue interrogado por un participante a la charla sobre cómo había logrado formar su empresa en comunicación estratégica, a lo cual contestó: "Las mejores empresas son las que menos capital necesitan. Yo empecé con un computador de segunda, pero siempre comprendí que hacer empresa exige sacrificio, esfuerzo, madrugar, cuidar el dinero. Tú debes trabajar en lo que te gusta hacer. No importa cuánto vendas, sino cuánto ganes, con lo poco que vendes... Y algo importante: el mundo es de contactos, de estar bien contactado".